El gobierno mexicano está
acelerando el llamado “apagón analógico”, que no es otra cosa que el cese de
las emisiones masivas de programación televisiva, en baja frecuencia, a partir
de una estación repetidora…
Para que nadie se quede sin su
dosis intramuscular de manipulación, el presidente ordenó se regalen 10
millones de televisores modernos (pantallas) a todo aquel que llegue con su
identificación oficial (incluye toma de huellas dactilares de ambas manos, ser
fotografiado y la credencial escaneada), en los centros de distribución oficiales,
lo que ha provocado no solo tumultos, asaltos y peleas sangrientas entre las personas
que buscan, a como dé lugar, una pantalla, sino además ha provocado deshidrataciones,
desmayos y hasta infartos por las largas horas de espera bajo el sol…
Dicho de otra manera: es mejor
regalar a los mexicanos televisiones que libros, aunque “las teles” (como
cariñosamente les dicen aquí), salgan mucho más caras…
Así, a través de una fotografía
tomada a una mujer que acudió en compañía de su anciana madre a recoger su
televisor, se observa hasta dónde llega el perverso culto mexicano a la
ignorancia: la televisión es tratada como reina mientras la anciana… bueno, que
se las arregle como pueda para regresar a su casa…
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