1.
A pocos días de las elecciones
presidenciales, los mexicanos hacen lo que mejor se les da: odiar todo aquello
que vaya en contra de su criterio, como si la selección del partido político
que gobernará al país los próximos seis años fuera equiparable a la final de un
campeonato de futbol.
Sí, odio, pero además rencor,
burla, escarnio, aversión, resentimiento, encono, tirria, aborrecimiento, saña,
burla y ganas de asesinar al contrario, son los sentimientos que acompañan al
mexicano (mientras el sistema político se ríe en lo oscurito), si al prójimo se
le ocurre manifestar su intención de voto y se lo hace saber al desconocido,
vecino, amigo, compañero de trabajo, jefe, esposa(o), a los hijos, hermana(o),
primos, padres o al cura de la iglesia del barrio: todos son objeto de burla.
Tengo amistades a los que me dan
ganas de retirarles el saludo, bloquearlos de las redes sociales, tirar a la
basura cualquier regalo recibido y desechar de mi mente y mi corazoncito
cualquier referencia a ellos porque no entiendo la pasión con la que odian a la humanidad, abominan a
X candidato y su Y partido político, pero sobre todo esa manera de reprobar
adjudicando los más variados epítetos contra sus simpatizantes (pero me queda
claro que hacerlo me convertiría en uno de ellos).
Porque sí, en méxico se nos da
muy bien odiar y tratándose de elecciones no se discute sobre diagnósticos
sobre la situación actual del país, y en consecuencia, no se analizan
propuestas, proyectos, reformas, discursos, plataformas ni mucho menos posibles
escenarios a mediano plazo.
Aquí la elección de nuevo
presidente se basa en la descalificación del simpatizante (el opositor
ideológico) por el color de su piel, cabello y ojos, por su origen social, su
nivel educativo y la forma de hablar, hasta por la ropa que viste, si tiene
auto, integrantes de la familia, su creencia religiosa e incluso por la forma
en que se agarra los cubiertos a la hora de comer.
La de este 2018 es una elección
que no está basada en toma de conciencia ni beneficio común ni mucho menos en
el razonamiento, sino en simulación social, actitud despreciativa, poder
adquisitivo, complejos de superioridad, restaurant favorito, modelo de auto,
destino turístico de la vacación, ropa de moda y marca de celular.
2.
Por todo lo anterior, y más, es
de risa loca el llamado que hizo el “intelectual” Enrique Krauze: "Cuidemos que el próximo presidente no tenga
la mayoría del Congreso. El Congreso es el principal dique de contención para
limitar el poder absoluto de un presidente". ¿Cómo es posible que se
pida reflexionar el voto cuando en este país se nos ha enseñado precisamente a
no pensar y sí a idolatrar la televisión?
3.
Una pena nuestra edad mental, a quienes
ahora el mundial de futbol nos hará canalizar su odio y frustración hacia otro
objetivo: contra aquellos países contra los que juegue la selección mexicana…
pero y mañana?