11.
- mira: este es el texto de las Cincuenta sombras de Grey – me dice G al tiempo que toma un libro del montón que forma parte de una torre hecha con docenas de ejemplares y me lo entrega…
- así que aquí comienza el escándalo – le digo mientras observo la portada: una corbata suelta en color plateado en tono completamente azulado…
- sí – me dice mientras observa mi rostro esperando alguna reacción…
- y esta tipa supongo que es la escritora – comento al tiempo que señalo la fotografía de una mujer rechoncha sonriendo con el típico amarillo del exceso de nicotina en los dientes, un cabello misteriosamente largo hacia adelante buscando que le tape su frígido rostro y una sonrisa por demás etérea…
- esa misma: Erika Leonard, mejor conocida por el seudónimo de E. L. James – afirma G…
- y estos otros deben ser los siguientes volúmenes – le digo al tiempo que lo regreso al montón y tomo los otros dos ejemplares…
- así es – ratifica - Cincuenta sombras más oscuras y Cincuenta sombras liberadas…
- y dices que tu jefa se metió al baño a masturbarse 50 veces después de haberlo estado leyendo un buen rato? – le pregunto con el cinismo que siempre me ha caracterizado…
- cállate – me dice ella en voz baja, mientras me quita presurosa los dos libros, los regresa a su lugar y me toma del brazo para jalarme rumbo a la cafetería…
- cuéntame – le pido una vez que la mesera se ha alejado después de servirnos nuestras respectivas bebidas…
- eres un morboso – se queja G…
- bien sabes que no – le aclaro mirándola duramente…
- lo sé, lo sé – dice al tiempo que manotea en el aire a manera de retiro lo dicho – pero no te viste muy discreto allá afuera…
- ya me conoces – digo al tiempo que levanto los hombros y le insisto – platícame qué te tiene tan incómoda…
- te dije algo por teléfono: fue bastante embarazoso – comienza – como sabes la oficina donde trabajo está en la colonia Roma, pero tenemos otras áreas repartidas en diferentes edificios por el rumbo, y el de mi jefa está sobre avenida Insurgentes…
- sí, ya me habías dicho…
- así que cuando a la señora se le da la gana y según el humor con el que se levanta, manda a llamar al empleado o empleada que se le antoja y lo tiene hasta las altas horas de la noche en su oficina trabajando a marchas forzadas…
- vaya tortura – le digo – y por lo menos es agradable?
- digamos que tiene un origen bastante silvestre – me aclara entre risas – y aunque trate de civilizarse con ropa y perfumes de marca, nada más no lo consigue… así que imagínate sus modales o el tema de sus conversaciones…
- dale, y luego? – la animo a proseguir…
- pues que hace poco me tocó que me mandara a llamar más o menos seguido, unas dos o tres veces por semana… y en una de esas jornadas, un lunes por cierto, llegó con el libro de las Cincuenta sombras de Grey en la mano, me saludó, se sentó frente a mí y se puso a leerlo por ratos, alternándose en el trabajo y ocasionales llamadas telefónicas con hipnóticas sesiones de lectura…
- jefes al fin de cuentas – le comento entre risas…
- a mí me extrañó - aclara G - porque en todos estos años jamás la había visto con un libro…
- o sea que fue algo así como un milagro? – le preguntó burlón…
- espérate – me calla con un ademán – ese día llegó la hora de comer y tú sabes que salimos a las tres… yo como en menos de una hora, así que antes de las cuatro ya estaba de regreso y reanudé mi trabajo…
- ya te he dicho que procures relajarte en eso de tu forma de trabajar – la regaño – no puedes ser tan obsesiva…
- ese día lo hice así porque quería irme temprano para atender un compromiso – me dice G…
- y entonces? – la apremio a continuar con su relato…
- pues nada, que la señora regresó a las cinco de la tarde y con aliento a alcohol…
- te digo: los jefes…
- no, espérate – me ataja – entró a la oficina leyendo mientras caminaba, se sentó en su escritorio sin decir nada y todavía estuvo leyendo una media hora más!!!
- querrás decir 50 horas más - me burlo - y tú, trabajando?
- claro – dice G a modo de protesta – o qué querías que hiciera? que le preguntara si estaba interesante su libro?... capaz que me dice que sí y se me declara…
- es lesbiana? – le pregunto por rutina…
- no sé – responde G tajante – ni me interesa saberlo: de esa mujer puedes esperarte todo lo peor… el asunto es que al cabo de esa media hora de lectura se levanta de su lugar con el libro en la mano, se mete a su baño privado y duró ahí una hora!!!
- no seas mal pensada – le comento – quizá tiene problemas de digestión lenta…
- y cuando sale del baño la vi como más relajada – continúa mi amiga – y se sienta en su escritorio, pone el libro cerca de mí tratando de despertar mi curiosidad y me dice: “deberías leerlo”…
- vaya forma de coquetear – me burlo…
- pues es demasiado vulgar… la muy puerca: cómo se le ocurre ofrecer un libro con el que estuvo en el tocador? – protesta G y agrega – qué opinas?
- pues mira: después de ver la foto de la autora E. L. James en el mostrador, te puedo asegurar que nunca nadie le ha dado una buena cogida en su vida, como para que me salga con que tiene experiencia suficiente en cuestiones de sexo y plasmarla en una novela erótica…
- no me refiero a eso – se queja mi amiga…
- y lo peor: de tan gorda que está la escritoracasi no cabe en la foto publicitaria – agrego burlándome…
- eres un cabrón – explota exasperada G…
- bien sabes que sí, un legítimo hijo de puta – le digo con humildad…
- me refiero a la actitud de mi jefa – aclara ella…
- pues… se tomó sus copas, el libro la puso bien hot y no se aguantó para llegar a su casa y masturbarse con calma…
- no sé qué sea peor – se queja G - si la vulgaridad de mi jefa o tu cinismo…
- supongo que mi cinismo es más criticable – le respondo adoptando una actitud seria – porque a ella hay que reconocerle que si fue expulsada de tierras aborígenes entonces es una persona que no lee… y por lo menos con este ya agarró un libro…
- pues si piensa leer los otros dos volúmenes, más vale que se busque un novio – advierte G sin evitar ruborizarse…
Dos vasos de refresco cada uno y algunos comentarios sobre las novedades editoriales después, nos ponemos de pie y nos encaminamos hacia la caja… saco un billete de mi cartera y mientras pago G me da algo así como un discreto codazo para llamar mi atención, la volteo a ver y con un ademán me señala hacia la sección de libros, en donde dos mujeres obesas y con la trilogía de los libros de E. L. James en sus respectivas manos hacen fila para pagarlos…
12.
Había quedado de ir a comer con G, J y P a finales de un mes de febrero: no sólo conocidos de mi trabajo desde hace muchos años, sino además grandes amigos…
P llevaba un libro en la mano que yo le había prestado hacía unos dos años… y G cargaba un pesado texto que en cuanto vi el título supuse era la oferta que había prometido prestarme desde hace un mes…
- te regreso tu libro – me dice P un poco apenado mientras caminamos rumbo al restaurant – y la verdad es que disculpa…
- no te preocupes – le digo con sinceridad – mientras lo hayas leído no hay problema que te hayas tardado dos años en regresármelo…
- dos añoooos? – pregunta J sorprendido…
- pues sí – admite P – pero aquí está de regreso… y bien conservado…
- y no te dio pena P? – lo cuestiona G burlón…
- no creo – me adelanto – la única pena que P conoce es cuando la policía lo agarra orinado en la calle en medio de una borrachera…
Todos ríen…
Una vez acomodados en un fresco y agradable rincón del restaurant, la plática versa sobre diversos temas hasta que G regresa al asunto de los libros…
- oye P, y por lo menos leíste el libro?
- a como jodes – se queja entre risas - claro que sí lo leí…
- y de que trata? – pregunta J interesado…
- es sobre la excursión que hace un tipo a la campiña inglesa, aprovechando que su esposa está de viaje en norteamérica – explica P – aunque al final está a punto de morir en pleno bosque porque todo le sale mal...
- puro drama – dice G…
- naaaá – intervengo - es una especie de viaje iniciático y de autoconocimiento que le permite al viajero encontrarse con sí mismo…
- algo así – me secunda P entre risas, supongo que acordándose de las penurias del personaje central descritas por el autor Tom Sharpe…
- pues acá te traje el tuyo – suelta G al tiempo que me extiende el texto de Anabel Hernández que venía cargando desde hacía rato…
- vaya – le digo – hasta que se te da tu gana: me lo prometiste hace más de un mes…
- pero finalmente llegó – dice divertido G – ahora sólo espero que lo leas…
- claro que lo haré – le respondo al tiempo que lo hojeo con cuidado – aunque bien sabes que no me gusta leer libros prestados…
- y eso por qué? – pregunta J intrigado…
- puueeesss –arrastro la palabra imitando a mi hija – es que cuando terminas un libro finalmente lo haces tuyo… algo te ha dejado… algo te ha cambiado en tu vida gracias al escritor… y deshacerte de él te obliga a guardar en tu memoria lo más que puedas de su contenido para no olvidarte de lo que te enseñó – me quedo callado unos instantes hasta que me resigno – o tienes la opción de comprarlo… bueno, es algo complicado de explicar, espero haber sido claro…
- no te entendí nada – dice J entre risas y tras dudar le comenta a G por molestarme – mejor ni se lo hubieras prestado: igual y no te lo regresa…
- nunca me he robado ningún libro – protesto…
- él siempre me vuelve todo lo que le presto – dice G, pero agrega – en cuánto tiempo lo lees?
- si todo marcha bien en una semana – le digo, pero de inmediato corrijo – no, en unas dos porque acabo de empezar otro…
- pero este está muy grueso – ataja G…
- quizá lo lea en dos semanas entonces – le digo al tiempo que tomo el libro que me regresó P y se lo ofrezco – lo quieres leer?
- vale la pena? – dice al tiempo que lo toma…
- claro! - exclama P – de hecho te vas a reír bastante…
- en cuanto lo lea te lo regreso – avisa G…
Terminamos de comer y al momento de pagar la cuenta, P me dice que guarde mi dinero…
- es por tu cumpleaños – comenta discretamente – yo pago…
- gracias – le digo entre apenado y emocionado…
Salimos y nos encaminamos de regreso a nuestra oficina… en el camino J se me empareja y me dice…
- tú sabes que yo casi no leo…
- lo sé – le reconozco una vez más su sinceridad, pues de sobra sé desde hace años que no es muy asiduo a la lectura…
- me gusta que platiquemos… que nos juntemos a convivir… aunque sea por un rato y de vez en cuando – insiste en el tema – pues ustedes que sí leen, aunque no lo creas, siempre terminan compartiéndome lo que aprenden de los libros…
- ojalá algún día te animes a leer… cuando gustes te puedo prestar algún libro – le ofrezco sin saber por qué no hace de la lectura algo cotidiano en su vida, sobre todo tomando en cuenta que tiene una profesión y que en consecuencia en algún momento debió que tener un libro en sus manos… pero se queda callado…
Seguimos caminando, llegamos al edificio, entramos al ascensor, cada quien aprieta el respectivo botón de su piso y conforme se abren las puertas, salen y se van despidiendo, yo a todos les doy las gracias, pero cuando le toca su turno a J me dice…
- no, gracias a ti…
13.
Me he levantado tarde ese domingo, después de pasar una mala noche… bajo y descubro a mi esposa leyendo cómodamente instalada en un sillón… le doy un beso y le aviso que me prepararé un café…
Entro a la cocina, preparo mi bebida, regreso y me acomodo en otro de los sillones, exactamente el que está frente al de ella…
- qué tal tu libro? – le pregunto al verla bastante interesada en su lectura… me muestra la portada, recuerdo de qué trata y le sonrío…
Subo a la recámara en busca del libro que estoy leyendo, regreso al sillón y me pongo también a leer… pasada una media hora cierro el texto al que le he leído algo así como el 30 % de sus páginas, y lo aviento con desprecio, haciéndolo volar el largo tramo que va de la sala a donde termina el comedor hasta llegar al suelo…
Mi esposa apenas y levanta la mira de su libro, en una actitud que si bien pareciera de reproche, para mí en realidad está cargada de desbordante sensualidad…
- y ahora? – pregunta ya sin sorpresa, pues a lo largo de estos años ha sido testigo de unos 5 o 6 arrebatos iguales al que acaba de presenciar…
- no me gusta que me vean la cara de pendejo – le explico levantando los hombros…
- y ahora? – insiste…
- desde que empecé a leerlo no me convenció, pero ya sabes: no me gusta dejar ningún libro a medias – le expliqué – pero llega el punto en que no puedo seguir perdiendo mí tiempo con tanta pendejada…
- y ahora? – reitera al no ser convencida por mi argumento…
- deja te pongo un ejemplo – le digo al tiempo que me acomodo en la orilla del sillón – imagina a un tipo que sale de un edificio y comienza a caminar buscando una cafetería para beber algo… pero el trayecto que recorre se extiende durante 4 o 5 páginas en donde sólo describe lo que el tipo ve, sin que el autor permita conocer lo piensa o si lo que le rodea significa algo para la trama – y agrego – y sólo lo hace para crear una especie de dramatismo ante el final de la trama… eso es un vulgar efectismo… y no me gusta que me vean la cara de pendejo con técnicas de literatura ya muy cachondeadas a lo largo de la historia por grandes como el propio Gabriel García Márquez…
- qué libro es? – me pregunta…
- “Trilogía de Nueva York”, de un tipo llamado Paul Auster – y agrego indignado – por si fuera poco el muy pendejo usa su verdadero nombre para uno de sus personajes…
- pero ya habías leído algo de él y te gustó…
- sí, pero esto es una pendejada – y tras dudar, le cuento – lo compré porque en la contraportada decía que gracias al autor la estructura tradicional de novela noir era rescrita por él y su innovador estilo…
- y por culpa de Paul Auster al rato tengo que pasarme recogiendo tu tiradero? – me suelta a manera de regaño…
- deja el libro un rato ahí en el suelo… que padezca mi desprecio…
- y el libro que me ibas a buscar? – me cambia el tema…
- cuál? - le respondo confundido…
- el de “Las Profecías de Malaquías” – me recuerda…
- voy – le digo al tiempo que me pongo de pie de un brinco y comienzo la búsqueda en el inmenso librero…
- entre tanto libro que tienes no sé dónde lo enterraste – dice antes de regresar la vista hacia su lectura…
- mira! – exclamo al cabo de unos 10 minutos y mientras regreso al sillón – apareció el libro de Cioran…
- queeeé? – exclama ella un poco asustada por mi grito…
- sí, el filósofo – le comento – recuerdas aquel libro que leímos de Bukowski donde reconocía que se metía las librerías a leer durante horas los textos completos que no podía comprar por ser pobre… y que en esas se leyó varios libros de Cioran…
- sí, claro – dice recordándolo…
- pues Bukowski decía que era gran admirador de sus textos hasta que en una parranda salieron de pleito… eso decía él, cosa que dudo que se hayan conocido pese a ser contemporáneos… pero obvio que Bukowski y Cioran son unos cabrones, aunque uno en la literatura y otro en la filosofía…
- y el libro que pedí me buscaras?
- ahh sí… voy – le digo al tiempo que dejo el texto a un lado, me levanto y regreso al librero…
- a poco lo compraste??!! – digo después de otros diez minutos…
- qué? cuál? - dice ella desconcertada por ser interrumpida de nuevo por mi escándalo…
- ''El daño no es de ayer'' de Ignacio Padilla…
- sí, te lo compré – aclara ella con cara de travesura…
- pero nunca me lo diste – le reclamo entre risas…
- se me olvidó – se justifica y regresa a su lectura…
Me acomodo en el sillón y comienzo la lectura de ''El daño no es de ayer''… y de paso me olvido de buscar “Las Profecías de Malaquías”…